Escribe: Arturo Gutarra
Fotografías: Marcio Taboada
Y quiso ser la misma niña carismática
sonreírle al mundo desde lo profundo de su anima
pero la lástima lastimó su mente de forma drástica
llevándola al longevo sendero de la psicótica
(Desde el Vientre – Pedro Mo)
“Es en el mes de julio cuando me entero que tenía tres meses de gestación. Comencé a tener moretones y cambios en el color de mi piel, en mis ovarios pensaba que tenía quistes”, comenta Fernanda, una adolescente trujillana que, en la actualidad, cursa el quinto año de secundaria.
Cuando su madre la llevó al hospital, el médico, de inmediato, la interrogó: “¿Tienes pareja?”. Una respuesta negativa hizo que la citara con el ecografista. Allí se enteró Fernanda que estaba esperando a su hija.
–¿Has venido acompañada de alguien más? –preguntó el ecógrafo.
–Sí, mi madre está afuera –respondió Fernanda.
–¿Quieres que le digamos o prefieres decirle tú?
–Mejor ustedes.
“Llamé a mi mamá y me escondí” –cuenta –. “Consecuente a esto mi mamá se enojó y me pidió que le cuente quién es el padre”.
Relatos como este se viven aquí, en La Libertad, que, tras pasar recientemente por la «Semana de la Prevención del Embarazo Adolescente» (del 20 al 26 de septiembre), se abre nuevamente la posibilidad de comprobar que, alrededor de este tema, las cosas no han cambiado mucho.
Cada día, adolescentes entre los 11 y 19 años dan a luz en un centro de salud. Son varias las circunstancias detrás del problema, de ningún modo felices: ultraje, falta de orientación sexual, negación del kit de embarazos. A veces, el absurdo mandato de continuar la tradición familiar, como ocurre en la sierra liberteña.
En el Perú, el embarazo en adolescentes es un asunto que, con el pasar de los gobiernos, no ha adquirido mucha importancia. Así lo confirman los 33 012 casos –según cifras actualizadas– a nivel nacional. El departamento de La Libertad no es ajeno a esta problemática: en 2019, el Sistema de Registro del Certificado de Nacido Vivo reportó 3 044 casos atendidos, 62 de los cuales involucraban a niñas menores de 14 años. En ese entonces, en la zona rural del departamento se documentaron más de 456 casos.
La llegada de la covid-19 a nuestro país no supuso una reducción significativa de estos números. El año pasado fueron 2 859 los casos que se registraron en la región liberteña. Hoy, en lo que parece ser una reducción importante –para los estándares en que se ha mantenido esta problemática en La Libertad–, el número de embarazadas entre los 11 y 19 años de edad asciende a 2 055. La lectura es clara: incluso con una aparente mejoría, las cifras no dejan de preocupar.

Con mucha pena, “Katy” relata lo duro y difícil que fue afrontar la pérdida de su primogénito, en una noche helada en la parte alta de su vivienda ubicada en la serranía de La Libertad. Habían pasado 4 meses de su nacimiento y de todo el proceso que, como madre joven, tuvo que soportar. Y todo transcurría normal, pero un día de mayo, mientras Katy hacía las tareas del hogar y su madre vendía algunos productos en la calle, llegó la noche, aproximadamente las 7 pm., y la madre, por alguna razón, no aparecía en su vivienda. Katy preparaba la avena para cenar con sus hermanos, pero, de pronto, sucedieron los hechos que hasta el momento le causan tristeza y, a la vez, vergüenza: “Recuerdo que estaba haciendo la cena y de la nada escuché que lloraba y lloraba, yo no sabía qué hacer en ese momento ni cómo auxiliarlo, ya que llevaba media hora así; su carita estaba morada y no pensé que se estaba ahogando. Mi madre no estaba en casa y, de repente, de un momento a otro dejó de gritar mi angelito -entre lágrimas- y, pues, desde ahí traté de olvidarme de esa etapa vivida”, comenta la menor de 15 años, quien actualmente es ama de casa y no pudo culminar su primaria ni secundaria por la falta de recursos económicos, aunque no pierde las esperanzas de poder retomar el estudio y convertirse en una profesional de salud.
Un embarazo en la etapa adolescente puede llegar a afectar psicológicamente a la persona, ya que cada joven se puede plantear un proyecto de vida.
Dentro de la plática con «Jimena», quien cumplió 20 años la semana pasada, comenta que solo había acabado la primaria y ya no tuvo la oportunidad de estudiar en la sierra liberteña. A sus padres les alcanzaba para matricularla a ella y a su hermana, terminando, de todas formas, en el sacrificio de abandonar los estudios y apoyar a la familia con las cosas del hogar. Sin embargo, su sueño frustrado es estudiar secretaría y ser una gran estilista.
A fines del 2019, mientras laboraba en una tienda vendiendo ropa para damas, su empleadora la notaba con actitudes extrañas. “Esta muchachita a cada rato va al baño, algo debe tener”, decía la dueña, ¿Qué estaba pasando?
– No me ha bajado hace 2 semanas, ya me estoy preocupando –recuerda haber dicho Jimena. Aquel día se la pasó preguntándose el porqué de su retraso. Al día siguiente fue a la posta más cercana, en donde se dio con la sorpresa de que estaba a la espera de un bebé. “Tuve que contarle a mi pareja. En nuestros planes no estaba ser padres a esa edad, yo tenía 18 años”. Ahora llevan conviviendo algunos meses y con la posibilidad de tener su techo propio. “De niña imaginaba tener mi primer hijo hombre, pero no a esa edad”, dice. Una sonrisa se dibuja en su rostro.

En una charla de la «Micro Red de Salud de la región La Libertad», un grupo reducido de 10 adolescentes acudieron al centro de atención primaria del distrito de Laredo. Los participantes indican que estas charlas o capacitaciones son importantes para su vida sexual.
“La finalidad de estos eventos es proyectar a que los adolescentes se empoderen y se proyecten en tener mayor conocimiento sobre cómo deben ellos relacionarse sobre el tema de su sexualidad; también en la región estamos trabajando con los ‘tele talleres’ en los diferentes horarios que le conectan directamente con la obstetra encargada del establecimiento de salud correspondiente”, indica Irina Juárez Cueva, coordinadora de Essalud.
Pero para colmo de males, en algunos colegios este sigue siendo un tema tabú.
Andrea, una adolescente de quinto año de secundaria de un colegio religioso, responde:
–Nos han enseñado temas como el amor, la típica idea de que existe un solo amor en la vida y todos esos mitos, pero educación sexual no.
Además, indica que una docente de Ciencia y Tecnología es quien les habla sobre educación sexual a profundidad.
–Entonces, ¿cuál fue tu fuente de información sobre educación sexual y prevención de embarazos?
–Yo misma busqué en internet.
–¿Quizá en Instagram, Facebook?
–En Instagram y en Tik Tok. Te enseñaban cómo poner el condón, los métodos anticonceptivos y todo.
–¿En qué grado empezaste a buscar esta información?
–En tercero, mirando también documentales, infografías sobre enfermedades de transmisión sexual, etc.
En el caso de los hombres, Carlos tiene 17 años, estudiante del 5.° año de secundaria de un colegio de varones en Trujillo, hablar de educación sexual es una clase de risas o de comentarios machistas.
–En tercer año recuerdo que tener una relación sexual con una chica era un logro. Mis compañeros seguían a un compañero que se las daba de “maestro”. Eso me daba cólera.
–¿En tu colegio te hablaron sobre educación sexual?
–Mi profesora nos enseñaba con manzanitas para entenderlo mejor. Pero como te decía, estas clases se prestaban para la burla y las indirectas a estudiantes que experimentaban –cuenta.
Este año tuve mi primera relación sexual con mi enamorada y no se lo comenté a nadie. Esa noche llegué a casa con una marca en el cuello, y mi madre, al darse cuenta, me lanzó una cachetada. Mi padre se rio y me llevó a comer pollo a la brasa, diciendo que «ahora soy un hombre», pese a que seguía negando que no sucedió nada.
–¿Qué te dijeron tus papás?
–Mi mamá me dijo que eso solo hacen las damas de compañía. Me enojé y no le respondí.
–¿Dama de compañía?
–Sí, eso me dice.
–¿Y tú papá?
–Él solo se rio y me sacó de casa, me hizo preguntas incómodas y me empezó a hablar de cómo nací. Aun así, no me atreví a decirle nada.
–¿Y usaste algún método anticonceptivo?
–Mis amigos me dijeron que sin condón es rico, pero no hice caso y opté por acercarme a una botica. Cuando fue a una botica, la persona que despachaba lo miró y le preguntó por su edad. “Eso me dio vergüenza”, confiesa. “Le dije que era mayor de edad”, comenta «Carlos», que en esa ocasión mostró su DNI para despejar las dudas. “Para mi suerte, tenía el azul. Y accedió a venderme”.

“Aún sigue habiendo padres con
la cultura de la vergüenza”
Joseline Peña, docente y tutora
Joseline es docente de Comunicación en una institución educativa «focalizada». En lo que va del año se ha presentado un caso de embarazo adolescente. Su apoderada había pedido permiso para que su hija se ponga bien de salud, tras haber dado a luz.
“Si los padres hubieran comentado desde un momento que su hija estaba gestando, como docentes hubiéramos visto la manera en apoyarla”, comenta Joseline. «Pese a que en algunos casos dejan de estudiar para ponerse a trabajar, nosotros les damos la facilidad que puedan presentar sus trabajos fin de semana”.
Además, la virtualidad ha sido una barrera que ya no se puede comunicar con el alumno que pasa esta situación. «A veces no sabemos si la adolescente convive con esa persona que la embarazó”, afirma.
Entre una institución privada y estatal hay muchas diferencias: los alumnos con privilegios tienen acceso a una posta y a consultar sobre métodos anticonceptivos; en cambio, en los conos se les niega la información, siendo una problemática aun más notoria en las zonas sobrepobladas.
Hugo González, representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Perú dice: “La maternidad temprana ocurrida en 2019 en Perú le cuesta aproximadamente medio millón de dólares mensuales al país».
Sin embargo, se dice que, para inicios de 2022, ese costo podrá superar fácilmente el millón de dólares cada mes. Por lo tanto, el embarazo de niñas y adolescentes no es un asunto cuyas consecuencias únicamente las sobrellevan ellas, sino que nos afecta y atañe a todos. Si hablamos de educación, en este año los sectores pobres suman a 121 adolescentes de entre marzo y septiembre: la gran parte, con la primaria completa, pero con estudios secundarios incompletos. En las personas más pobres son 343 madres de 11 a 19 años. Y en las familias más acomodadas, 344: ninguna brecha.
Una obstetra de la provincia de Bolívar -bajo identidad reservada- narró una experiencia:
«Una menor que da a luz por cesárea pierde mucha sangre, lo que genera anemia ferropénica. Existe una disminución de los glóbulos rojos en el organismo, por lo tanto, es falta de hierro para la paciente”, explica. «Otra complicación y de las más comunes son los partos prematuros, ocasionando un daño en el bebe, como el bajo de peso y las dificultades respiratorias. Algo que sucede en adolescentes menores de 15 años es que presentan una desproporción pélvica: en ocasiones la cabeza del feto es proporcionalmente grande o la pelvis de la madre es pequeña para que el bebé pueda nacer».
“Hace 2 meses, conocí el caso de una paciente que en ese momento debió ser referida a un hospital de provincia, ya que en nuestro centro de salud no contábamos con los implementos necesarios. Por su edad (14) debería haber sido evaluada por un ginecólogo, ya que tenía la altura uterina muy pequeña para la edad gestacional. El padre no quería referirla, hasta que durante el día del parto llamó a una partera, tras atenderla, la placenta no salió. Esto ocasionó una hemorragia y se desmayó; ahí es donde el padre acurre al establecimiento de salud para comunicar desesperadamente que ya se moría su hija y que recién tenía su parto. Cuando llegamos a su domicilio, encontramos a la paciente desmayada, con un sangrado vaginal. Se transportó a la paciente en camioneta, en el transcurso de las 2 horas. Ella iba inconsciente aún presentando el sangrado. Llegamos al hospital y retiraron la placenta, pero tanto fue el sangrado que tenía como diagnóstico «Shock Hipovolémico grado 2», por lo que necesitaba transfusión sanguínea, así que le colocaron una unidad de sangre. Por el diagnóstico, la paciente tenía que continuar en otro hospital de mayor resolución o equipamiento, pero justo ese día el hospital no contaba con el personal para trasladarla a la paciente. De igual forma, la intentamos a trasladar. En el transcurso del viaje se le coloco otra unidad de sangre. Mientras tanto, el personal de salud no había ingerido alimentos (ni desayuno ni almuerzo). Recién al llegar a un hospital, los signos vitales de la paciente comenzaron a estabilizarse. Toda esta situación se vivó en 12 horas, desde 4 a.m hasta las 4 p.m”, cuenta la obstetra.
En el ande liberteño también abundan las mineras ilegales, las cuales contratan a personas de la zona o las trasladan de Trujillo al punto de excavación, cargando grandes sacos de dinamita y las herramientas necesarias. Lo curioso es que en estas mismas minas aparecen madres y niñas que cocinan para cientos de personas.
“A mi centro de labores suelen llegar adolescentes desde los 12 años, en este mes (septiembre) 15 niñitas de 12, 15 y 16 años llegan a sus controles y sus consultas sobre su gestación, los embarazos son producidos en las mismas minas, esto vuelve ser normal y cotidiano por aquí”, comenta la misma obstetra.
“Vidas Robadas”, un estudio realizado en diversos países por el Consorcio Latinoamericano Contra el Aborto Inseguro (CLACAI), registró que solo el 58 % de menores entrevistadas en el Perú recibió algún método anticonceptivo al momento del alta hospitalaria.
En gran parte de los casos se utilizaba un «inyectable trimestral», dando a entender que, al momento del estudio, solo 39 % estaba usando algún método, cuando, según el portal web Salud con Lupa, 14 regiones (Áncash, Arequipa, Ayacucho, Cajamarca, Callao, Cusco, Huánuco, La Libertad, Madre de Dios, Moquegua, Pasco, Puno, Tacna y Tumbes) usaron menos del 50 % del presupuesto para la prevención de embarazo adolescente en el mes de junio. La Libertad registraba un 48% de gasto hasta ese mes.
Hoy por hoy, la Gerencia Regional de Salud La Libertad indica que en la región, con todo el presupuesto destinado, aún falta casi la mitad de avances. La desidia sigue truncando vidas.